El aceite de palma es un recurso para la producción de combustible renovable con potencial de hacerse 100% carbono neutro. Al contrario de los combustibles fósiles, la quema de biocombustible hecho desde el aceite de palma no eleva el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera. Es que existe un balance positivo entre el que se emite con el uso de ese combustible y el dióxido de carbono capturado en el proceso de fotosíntesis, además de la liberación de oxígeno en la atmósfera, que es bien más grande que en cultivos como la canola, por ejemplo.
Desde la división de Zonas de la Palma en Brasil, las nuevas plantaciones pueden ocurrir apenas en tierras sin vegetación de bosques, cuya rehabilitación favorece el secuestro de carbono significativo durante la fotosíntesis para formar su biomasa.
La producción de aceite de palma puede contribuir para acelerar o reducir el ritmo de los cambios climáticos, dependiendo de cómo las operaciones agrícolas e industriales sean planificadas, implantadas y realizadas.
Mientras las plantaciones de palma pueden secuestrar de 6 a 10 toneladas de CO2eq/há/ano, el cambio del uso de la tierra para el estabelecimiento de las mudas y el tratamiento de los efluentes industriales son las principales fuentes de emisiones de GEE y pueden superar el carbono secuestrado por las plantaciones. Quema de combustibles fósiles y aplicación de fertilizantes también contribuyen para aumentar las emisiones de gases de efecto estufa/invernadero.
Para que la producción de aceite de palma contribuya para mitigar los cambios climáticos, la primera actitud que las empresas deben adoptar es el establecimiento de nuevas plantaciones solamente en áreas previamente deforestadas en el pasado y que posean bajo contenido de carbono en la vegetación remaneciente. El establecimiento de sistemas de tratamiento de efluentes que no generan metano y la racionalización del uso de fertilizantes y combustibles también debe ser considerado en las estrategias de reducción de las emisiones.